04:09 h. jueves, 25 de abril de 2024
Andrés Castañeda
  • "Somos nosotros: Joel y Ainara"

    A veces hay que apaciguarse y mirar hacia otro lado, escribir sobre cosas distintas, menos densas, menos perniciosas. Porque la política sigue siendo la política, pero el mundo continúa ahí, resistiendo, pese a todo. Porque a veces lo menos importante es más importante que lo importante. Porque mientras unos se empeñan en destruirlo todo, otros simplemente viven, haciendo que el mundo se rebele constantemente. Porque a estas alturas, vivir es un acto contestatario.

  • Fachadas

    Dicen los creyentes que la fe mueve montañas. Dicen los ateos que son montañas de dinero. Ella, sin embargo, lo dice de una mejor manera: "... ese espíritu que nos arranca de la quietud y nos lleva a escalar montañas no me fue dado. Supongo que a cambio tengo la fe que las mueve". No sé si la fe pueda hacer que una montaña renuncie a su pacífica quietud para, por ejemplo, llegar hasta Mahoma, pero si la fe tiene alguna utilidad, tal vez no sea la de arrancarnos de la quietud sino precisamente todo lo contrario: la fe nos mantiene inmersos en ella para poder contemplar el mundo sin afán.

  • Ustedes, señores

    No señores, no les creemos: esta no es una guerra contra una amenaza terrorista y no es tampoco una guerra revolucionaria. Esta es una guerra estúpida que han librado ustedes -cada uno con sus discurso y sus tropas- para beneficio de ustedes y nada más de ustedes. Y no, no señores, no estamos dispuestos a recibir un golpe más. No vamos a seguir callados mientras ustedes se reparten el derecho a hablar, a despotricar uno del otro como perros rabiosos que se pelean por un pedazo de carne. Tal vez ha sido ese uno de sus mayores errores: que ven en nosotros a una presa fácil que pueden seducir y atrapar mientras le siguen enseñando los dientes a su enemigo. Ustedes se odian pero se necesitan, pero nosotros, señores, no los necesitamos a ustedes. Nos estorban.

  • Plegaria

    Uno termina por elevar una plegaria a Dios, a un dios cualquiera, a todos los dioses, implorando la salvación. Pidiendo que nos libre de lo irremediable, de lo que nadie puede -ni quiere ni ha querido nunca- prevenir. Y ya que nosotros mismos no pudimos hacerlo, uno cierra los ojos y le pide a un dios, o a todos, así no crea en ninguno, que nos salve de una buena vez y, si se puede, para siempre.

  • El predicador

    No hay que hacer esfuerzo alguno para verlo: enciende uno el televisor y ahí está, abre los periódicos y ahí está, escucha radio y ahí está. Su voz está en todas partes. Él es omnipresente por obra y gracia de los medios y, claro, cómo olvidarlo, de su poder. Tiene siempre una declaración que entregar porque lleva a dondequiera que vaya la verdad en la punta de su inmaculada lengua. Sabe que cada palabra suya amerita la atención de todos los micrófonos y que, por ende, cada palabra suya, cada verdad que va soltando, será un titular, una noticia, un escándalo.

  • Andrés Castañeda
    Andrés Castañeda