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Andrés Castañeda

A mis hijos

Andrés Castañeda | 22 de agosto de 2015

Pienso en unas cuantas cosas que tendría que decirles a mis hijos, en caso de que llegara a tener hijos, sobre el país en que les tocó vivir.

Tendría que decirles, por ejemplo, que aquí hubo una guerra de más de cincuenta años a la que llamamos "el conflicto", precedida por otra más, a la que llamamos "la violencia" y que en ambas guerras, y en todas las que ocurrieron dentro de estas, han quedado muertos que ya no tienen nombre ni historia. Tendría que contarles que hubo guerrilleros matando en nombre de la revolución, paramilitares matando en nombre de la restauración, militares matando en nombre de la patria, presidentes matando en nombre de la seguridad. Tendría que contarles que hubo personas capaces de marchar contra un proceso de paz y decirles entonces que esas personas no querían que la guerra se acabara porque para ellos 6 millones de víctimas y 220 mil muertos no fueron suficientes y no podría explicarles porqué.

Tendría que decirles que hubo guerrillas que hablaban de paz mientras iban sembrando minas antipersona, volando torres de energía, matando soldados a los que consideraban enemigos porque no entendían que esos soldados eran por encima de todo personas. Tendría que decirles que hubo una cosa a la que llamamos "uribismo", que demandaba que la guerrilla no matara más soldados y su propuesta para solucionarlo era enviar más soldados a la guerra y que quería que los soldados mataran guerrilleros porque no podían -no querían- comprender que los guerrilleros también eran personas. Tendría que intentar explicarles por todos los medios posibles que había en este país personas incapaces de aceptar que la paz es infinitamente mejor que la guerra.

También tendría que contarles que había comunidades enteras muriendo de sed y hambre porque grandes empresas se habían apropiado del agua con el visto bueno del Estado y tendría que decirles que para el gobierno, eso era progreso.

Por si fuera poco, tendría que decirles que nos tomó demasiado tiempo ponernos de acuerdo en algo tan sencillo como no matarnos. Más aún: que fue demasiado complicado que nos pusiéramos de acuerdo en no agredirnos, que había quienes creían que ser víctimas de un robo les daba el derecho de matar al ladrón a golpes, que nos costó mucho entender que ser diferente es un derecho y no un delito, que a muchos les indigaba que la gente de afuera creyera que este es un país de mafiosos pero había camisetas y pancartas que decían 'Pablo Escobar presidente'... tendría que contarles quién fue Pablo Escobar. Tendría que decirles que había víctimas que jamás eran escuchadas, pero que a los victimarios los buscaban para entrevistarlos en todos los noticieros.

A mi hijo tendría que decirle que por nacer aquí, era considerado ciudadano colombiano, pero que si era homosexual, era entonces un ciudadano incompleto y estaba condenado a pasarse la vida reclamando sus derechos. A mi hija tendría que intentar explicarle que ser mujer era la primera forma de discriminación. A mis hijos tendría que explicarles que en muchos casos, hacer lo correcto era un acto de rebeldía.

Pienso en unas cuantas cosas que tendría que decirles a mis hijos, en caso de que llegara a tener hijos, sobre el país en que les tocó vivir, y espero que todas esas cosas se las pueda contar en pasado, como una mera anécdota que no presenciaron, para que puedan

entender sin mayores complicaciones -como nos tocó a nosotros- porqué a pesar de todo, uno no sería capaz de pedir haber nacido en otro lugar.

Punto aparte. Mientras los noticieron reportan escases de alimentos básicos en Venezuela, en no pocas tiendas y micromercados de Santander, e incluso en casas de familias que se dedican a la venta ilegal, pueden conseguirse fácilmente productos como arroz, harina, mayonesa atún y sardinas, todos producidos en Venezuela. A uno puede no gustarle el gobierno venezolano, pero la verdad es que quedan demasiadas preguntas en el aire.

@acastanedamunoz

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