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Andrés Castañeda

El predicador

Andrés Castañeda | 15 de julio de 2015

No hay que hacer esfuerzo alguno para verlo: enciende uno el televisor y ahí está, abre los periódicos y ahí está, escucha radio y ahí está. Su voz está en todas partes. Él es omnipresente por obra y gracia de los medios y, claro, cómo olvidarlo, de su poder. Tiene siempre una declaración que entregar porque lleva a dondequiera que vaya la verdad en la punta de su inmaculada lengua. Sabe que cada palabra suya amerita la atención de todos los micrófonos y que, por ende, cada palabra suya, cada verdad que va soltando, será un titular, una noticia, un escándalo.

Y precisamente por eso habla de todo: de la eutanasia, del matrimonio homosexual, del aborto, de la paz, de la guerra, del gobierno y la guerrilla y de la justicia y de las víctimas y de los periodistas y de todo lo demás que se pueda hablar. A dondequiera que vaya hay una rueda de prensa esperando para que diga la verdad que lleva en la punta de la lengua y así seguir siendo la noticia dentro de la noticia, el escándalo dentro del escándalo. Entonces alza su voz, esa voz propia de un inquisidor que ejecuta un auto de fe y condena al infierno a los herejes y los paganos, y va señalando y diciendo que hay una claudicación del Estado ante el terrorismo, que el cese unilateral es una farsa, que la paz es una trampa, que para detener la violencia hay que arreciar la guerra, que hay un complot orquestado desde La Habana en su contra, que lo persiguen por razones políticas y criminales.

Sí, habla de todo porque el predicador es ante todo un candidato: el predicador quiere ser emperador.

Claro: como todo hombre que sueña con ser emperador, sabe de la conveniencia de la guerra, sabe lo que vale la supremacía del miedo, sabe que el poder se acrecienta cuando se aplasta al contrario, cuando se elimina lo opuesto. Claro: como todo hombre que sueña con ser emperador, desea el poder absoluto.

Tal vez ora por las noches, anhelando estar sentado a la derecha de dios, y desde allí poder señalar con su dedo de inquisidor, condenar con su voz de predicador que lleva a todas partes la verdad, a todos los que creen que la eutanasia es un derecho; a los homosexuales que quieren casarse, a los que reclaman su derecho a ser padres, a los que, en fin, quieren ser tratados como ciudadanos; a las mujeres que deciden sobre su propio cuerpo, sobre su propia maternidad; a los que creen que no hay que asesinar al enemigo para vivir en paz... quiere condenarlos a todos al infierno y mandarlos allá de una buena vez para que no tenga que ser emperador de un país en el que habiten sus contrarios.

Y prepara desde ya su ascenso al poder, la final imposición de la banda imperial que le permita ser emperador sin dejar de ser predicador y cree que llegará allí porque sabe que somos un país resignado a su suerte, un país que cada tanto busca y elige emperadores que le dicen todo aquello que no necesita escuchar.

Se llama Alejandro Ordóñez Maldonado y nosotros los colombianos, condenados a presenciar los peores espectáculos posibles, estamos pagando su campaña a la presidencia.

Punto aparte. Los conductores de taxi en Bogotá anuncian un nuevo paro programado para el 29 de julio. Exigen sacar de circulación la aplicación Uber y este año ya han atacado varios automóviles que prestan ese servicio. A este paso, vamos a necesitar un proceso de paz con los taxistas.

@acastanedamunoz

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