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Muro de Berlin

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El Universo | 30 de noviembre de 2014

Hay pocos símbolos que evocan sentimientos tan fuertes en tantas personas como el Muro de Berlín. Aunque han pasado más de 20 años, su caída sigue siendo uno de los momentos más recordados en la historia por ser considerado el día en que triunfó la libertad en el mundo.

Más allá de eso, el muro era el símbolo más notorio de la Guerra Fría. En un mundo polarizado, se debatían dos paradigmas sobre el desarrollo y la vida del individuo: la visión occidental capitalista, y la visión soviética socialista. Ese fue uno de los legados de la Segunda Guerra Mundial. 

Era un constante debate sobre quien debería decidir sobre la vida de los ciudadanos: el propio individuo o el estado. El muro era la representación física de la “Cortina de Hierro”. De un lado, países con regímenes democráticos que priorizaban la libertad de sus individuos para conducir sus vidas, emprender negocios con quienes querían y moverse con facilidad. Del otro, las naciones socialistas que intentaban planificar casi por completo la vida de sus ciudadanos, y de esa manera fallando en generar prosperidad. 

Si bien el sistema político de occidente no estaba libre de abusos de poder, las oportunidades de una vida mejor y los principios de respeto a la libertad y propiedad privada que existía en los países capitalistas generaron un desarrollo que 20 años después de acabada la Guerra Fría todavía se puede evidenciar. En cambio, el socialismo engendró varios de los regímenes autoritarios más devastadores que ha visto la humanidad. 

Existe mucho simbolismo detrás del muro, y más aún, de su caída. Mientras estuvo erigido, representaba el poder de los regímenes socialistas para aislar a los países bajo su mando, de la poca autonomía y autodeterminación que tenían estos ciudadanos. Era un símbolo de tiranía.  

Su caída significó esperanza. Esperanza de un mundo sin tensiones, sin la amenaza de una guerra nuclear, sin autoritarismos ni abusos de poder. Un mundo donde el individuo pudiera vivir con dignidad y libertad. Es por esto que el 9 de noviembre de 1989 sería recordado siempre como el Día de la Libertad.  

Pero estos cambios a favor de la democracia no se suscitaron únicamente en Europa. En América Latina, las dictaduras militares habían florecido durante la Guerra Fría. La intervención de Estados Unidos y la Unión Soviética en la región causaron diferentes reacciones, siendo una consecuencia de esto el surgimiento de diferentes movimientos guerrilleros, la mayoría de corte marxista. Algunos de ellos todavía existen y continúan aterrorizando a la población, como es el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).  

Características de varias de los autoritarismo latinoamericanos, tanto de derecha como de izquierda, fueron la persecución a los grupos disidentes, la violación de los derechos humanos por parte del Estado y el corporativismo. El ejemplo que perdura hasta hoy de esta época es Cuba, uno de los pocos países que todavía se mantiene en un régimen comunista de los impulsados en la Guerra Fría.   

Si bien la dinámica era algo distinta, los ciudadanos de los países de América Latina compartían varias cosas con los europeos del este: la falta de respeto hacia su libertad y su propiedad, la angustia de vivir en un régimen autoritario, de la tendencia que fuera, y la desesperanza de no tener como enfrentarse al Estado. 

La caída del muro significó un avance para los procesos democráticos en la región, que tomaron fuerza después de ver el ejemplo de Europa y verse apoyados por un sentimiento internacional de liberación.  Abrió las puertas a la inserción de América Latina a la economía mundial y fue el inicio de los diferentes procesos de integración. Pronto la región fue considerada economía emergente y sus proyecciones de crecimiento fueron favorables.  

Esta era la proyección para cualquier país que salía del socialismo y entraba a la democracia, y es la caída del muro de Berlín lo que marca este momento de optimismo en la historia. Los vestigios que quedan del muro son el recordatorio de la tiranía que la humanidad tuvo que superar y de su capacidad para enfrentarse a las condiciones más adversas. 

Olvidar el sufrimiento de los que estuvieron antes que nosotros para que podamos gozar de la libertad que ellos no tuvieron es deshonrar su memoria. Y eso es precisamente lo que el socialismo del Siglo XXI está haciendo en la región. Con una retórica que disfraza los conceptos e intenciones, se está volviendo a esos regímenes políticos donde la libertad individual no es respetada, donde no existe nada fuera del Estado y donde la oposición en cualquiera de sus formas en castigada. 

Este socialismo es inclusive más peligroso,  porque disfraza la pérdida de libertad con conceptos abstractos como el bien común, el cual puede adoptar la forma que le convenga al gobernante. Se sataniza todo aquello que no concuerde con la ideología oficial (característica propia del totalitarismo) y la planificación central se vuelve el instrumento predilecto del Estado, sin importar la voluntad de sus ciudadanos.  

El Socialismo del Siglo XXI oculta muy bien las semejanzas que comparte con los sistemas políticos de izquierda de la Guerra Fría. Dice ser un movimiento de izquierda adaptado a los nuevos tiempos, pero sus principios son los mismos de aquellos países que llegaron a ser totalitarios y que luego cayeron por su propio peso. Redistribución de la riqueza, satanización del comercio, el ideal de la autarquía y la falta de tolerancia a pensamientos diferentes al del Estado son solo algunas de estas similitudes.  

Es por esto que la memoria de la caída del muro de Berlín es tan importante: nos recuerda aquello que hemos superado y a lo que no queremos volver. Nos recuerda esas ideas que algunos quisieron imponer y que solo trajeron sufrimiento. Las personas son finitas, pero las ideas tienen el potencial de trascender por muchas generaciones. La idea del socialismo sigue vigente aún, y si no queremos volver a los modelos autoritarios del pasado, debemos recordar la idea que motivo a los berlineses a derrumbar el muro: la posibilidad de un mundo libre.

Julio Clavijo, en Twitter: @JuliusEC

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