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Maria Eugenia Rinaudo

Comunidades como respuestas a las crisis ecológicas

Licenciada en Estudios Ambientales.

Maria Eugenia Rinaudo | 10 de junio de 2015

Nuestra forma de ver el mundo está cambiando. Muy lentamente la humanidad está percibiendo micro-evoluciones en su entorno (inducidas o naturales) y muy tímidamente las sociedades están respondiendo a ellas. Las comunidades sienten la necesidad de mejorar, sienten que tienen una responsabilidad y una forma de responder a ella.

Ante las innumerables crisis ambientales que enfrentamos a diario, debemos buscar alternativas sencillas para mitigar la causa que lo origina. Dicen que un problema es una oportunidad para diseñar una solución y cuando esa respuesta viene elaborada por la misma gente que la necesita, se crea un compromiso muy fuerte. Es esa adaptación espontánea por parte de gente preocupada que busca un futuro mejor, la alternativa para aprovechar áreas de conocimiento local que tienen las comunidades y que resulta imprescindible a la hora de tomar acciones concretas (incluso a nivel gubernamental o internacional) para la adaptación al cambio climático y otros desafíos ambientales.

Por esta razón, considero de suma importancia dar vida a proyectos de innovación social y de mecanismos tipo “DIY” (Do It Yourself) que busquen hacer posible lo imposible, basándose como eje principal de acción en el bienestar de las comunidades vulnerables. El empoderamiento de las mismas, conducirá a un cambio a gran escala, mejorando no solo la calidad de vida de sus ciudadanos, sino también acercándose más a la conexión hombre-naturaleza que tanto necesita el planeta. Generalmente en las comunidades con poco se hace mucho y por esta razón, la acción “glocal” (con énfasis en lo global y en lo local), viene a ser una respuesta de los ciudadanos para impulsar mecanismos adaptativos de mejora ambiental.

Teniendo en cuenta que ningún país es inmune al cambio climático, muchas han sido las iniciativas locales para enfrentar las crisis ecológicas y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Así pues, vemos ejemplos a nivel mundial de personas y comunidades que están dando pasos de gigante convirtiendo antiguos vertederos en jardines, trasformando desechos sólidos en combustibles “verdes”, agricultores buscando cultivos adaptables a las nuevas condiciones del clima, entre otros.

El empoderamiento de las comunidades como parte de la solución se ha convertido en los últimos años en un soporte considerable para gobiernos y organizaciones internacionales que trabajan por la mejora ambiental y social de las naciones. La evolución en la percepción de los desafíos ambientales y sociales ha permitido -e influenciado- la búsqueda del camino más viable y seguro para sentar las bases de un desarrollo sostenible, apegado a la protección de los recursos naturales y la satisfacción de las necesidades de las sociedades. La sociedad del presente y las generaciones futuras juegan un papel clave en el establecimiento de políticas basadas en la preservación de los recursos naturales y su adecuado manejo a fin de asegurar su existencia.

La revalorización social de la naturaleza, representa un elemento de suma importancia para el futuro del planeta. El hombre presiente su interés y es posible que esté listo a intervenir para mejorar sus relaciones con el resto del ambiente. No se trata de medir cuanto beneficio económico reporta tal o cual recurso. El interés va más allá. La idea de respirar aire puro, de bañarse en una playa limpia o el valor escénico de un paisaje están siendo interpretados bajo una dimensión más amplia.

El hombre necesita electricidad, pero está siendo capaz de cuestionar la fuente que la produce, ya no es lo mismo que provenga de una planta nuclear que de una represa. Aun cuando no pueda definir correctamente esa trajinada calidad de vida, está comprendiendo que tiene derecho a una mejor condición y la asocia a sus relaciones con la naturaleza.

Maria Eugenia Rinaudo 
@rinaudomariae

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