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Ronal Flórez

COLOMBIA QUIERE

Periodista

Ronal Flórez | 26 de agosto de 2015

No es sorpresa escuchar en los medios de comunicación y, especialmente, de la boca del presidente Santos y de sus plenipotenciarios, las marañas e infames acomodos que sortean para que las FARC transiten libremente por las calles como si no hubiese pasado nada.

Ahora, la manera más sencilla de confirmarle a los colombianos que sus próximos congresistas serán Iván Márquez, Jesús Santrich, Marcos Calarcá, Andrés París, el Sargento Pascuas, Timochenko y su oprobioso séquito de delincuentes es con el famoso “Congresito”, “Congresito” que busca nuevas leyes de perdón y olvido avalado por los mismos miembros de las FARC.

Y, no era para más, el presidente Santos tenía que pagar la encomienda que pidió a quienes le ayudaron a reelegirse, tenía que pagar la cuota mínima a los cabecillas que con fusil en mano iban a los pueblos obligando al campesino a votar. A demostrar que quien manda en las selvas y en el territorio del campesino es el terror del delincuente, el mismo que promueve el voto obligatorio que se aleja de la democracia para poder salvar la vida.

Como la sorpresa ya es sabida y manifiesta por las FARC, en sus comunicados, el acto de contrición es el adorno mejor hecho para cubrir la peor mentira dicha de quien no se arrepiente. En ella el reciente avión que, de la nada, cae en territorio que es tomado por las FARC. El envenenamiento a los ríos. Las masacres a nuestros soldados. La voladura de torres de energía. El reclutamiento de los niños. El abuso al campesino. El despreciable collar bomba puesto años atrás a la señora Ana Elvira Cortés que, ignominiosamente, pareciera haber quedado en el olvido. Mi querido lector, pudiese citar muchas más apesadumbradas historias que le dejarían con amargas lágrimas y profundo escalofrío de las escenas del terror con las que gozan las FARC. De ellas hablaremos en otra ocasión.

Presidente Santos, por aquellas dolientes familias que presenciaron la muerte del allegado, por los niños reclutados que son obligados a combatir en el campo de la guerra y vilmente mueren, por las mujeres abusadas, por los soldados acribillados, por la naturaleza destruida, por el desamparado inocente que cayó en manos del bárbaro, por todos ellos mantendré éstas mis líneas de recuerdo para luchar contra un gobierno que prefirió la impunidad a la honrosa justicia.

Colombia quiere una paz sincera en donde la ley sea la garante de un “congresito” justo y sin impunidad. Colombia quiere una paz sincera donde los usuarios no se mueran a las puertas del hospital simplemente por no tener los recursos para pagar una EPS. Colombia quiere una paz sincera donde nuestros niños del campo puedan acceder a la educación gratuita sin ser secuestrados por las FARC. Colombia quiere una paz sincera donde nuestros niños de La Guajira no se mueran de hambre porque los políticos se roban el dinero de la comida para llevarlo a sus arcas. Colombia quiere una paz sincera en donde el perdón y olvido no sea la excusa para llegar a una firma en La Habana. Colombia quiere una paz sincera en donde sus comerciales no sea una burla a la tristeza de las familias que perdieron a su ser querido en el campo de la batalla. Colombia quiere, señor Presidente, un mejor mañana, pero no al despreciable acomodado de las leyes propuestas y avaladas por las FARC.

“Señor Presidente Santos, su corta memoria no lo puede llevar al perdón y olvido para dejar en el ayer la amaga historia que nos obligó a padecer su futuro Congresito que goza hoy de todos los deleites y privilegios pagados con el dinero de los colombianos”

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