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Así se vive en los barrios más pobres de Colombia

El Tiempo  |  14 de diciembre de 2014 (04:18 h.)
Quibdo Choco

Desnutrición infantil, desempleo y basuras; los males de San Vicente y Palenque, en Quibdó (Chocó).

Los pies descalzos de Nigua, de 9 años, lo llevan a toda velocidad por las tambaleantes tablas de madera del San Vicente, uno de los barrios más pobres de la ciudad capital más pobre de Colombia: Quibdó, que cuenta con la tasa de desempleo de 18,2 por ciento cuando el promedio nacional es de 8,8, según el Dane.

Dos metros abajo está el agua del río Atrato, que en la noche se creció. Las tablas, sostenidas por pilotes, son lo único que se conserva medio seco después de horas y horas de lluvia.

Por allí juega Nigua con otros cuatro niños que también están a pie limpio. Se ven barrigones, más de lo común, como un síntoma de desnutrición.

Tienen cicatrices, la piel reseca, pero aun así sonríen y se lanzan al agua, sin importar las botellas plásticas, bolsas, los papeles, la basura. Lo importante es que no sea a donde van a parar las aguas negras que producen más de 3.000 habitantes que no tienen acueducto. Cerca de allí, pero en el barrio Palenque, Juan Carlos Palomeque construye una casa, prácticamente sobre el agua. Y aunque solo terminó la primaria, parece un sociólogo, más que un constructor, cuando habla de su Quibdó, ciudad que además tiene el número más alto de desplazamiento en Chocó: 1.624, en el 2013. “Aquí lo que nos ha matado es la precaria construcción de nuestras casas. Solo vea a esos niños nadando en la basura y los gobernantes nada hacen”, dice.

Sin embargo, sabe bien que su labor es tratar de construirlas muy bien –aunque sin agua ni desagües– para que no terminen flotando, como la basura sobre el Atrato.

Realmente son muy pocos los propietarios de esa suerte de pesebreras. Yuzlibe Velásquez Moreno vive hace siete años en el barrio Niño Jesús, que colinda con Palenque y San Vicente.

Paga 100.000 pesos mensuales de arriendo y, en todo ese tiempo, la única agua limpia que toma es de la que recoge del techo cada vez que llueve. “Cuando el sol pega los olores se alborotan. Eso nos ha enfermado a mi niño y a mí. Fíjese que tengo una piquiña en todo el cuerpo”, cuenta la mujer de 28 años que se gana la vida arreglando uñas en el centro de Quibdó.

Sus dos hijos estudian y ella hace un gran esfuerzo, pero por más que lo intente lo que no puede hacer es darles tres platos de comida al día: “Si mucho alcanzan para dos”, explica con resignación.

Yonni Cosio, otro habitante de San Vicente, dice que los únicos vecinos que tiene desde hace casi un año son los palos quemados de un incendio que dejó a 30 familias sin hogar. Pese a todo ese tiempo, nadie ha recogido los escombros.

Según lo que le han dicho, ese barrio, junto con el Niño Jesús y Palenque, son zonas de alto riesgo, y aunque se ha hablado de un proyecto de vivienda nadie los ha llamado por lo menos para darles información.

“Quibdó está muy mal; a esto le hace falta mano. Nos estamos muriendo de hambre, y el Gobierno no hace nada”, se queja.

A Nigua poco le importa lo que los adultos discuten; a él y a sus amigos les gusta donde están, se divierten por los peligrosos caminos, parece gustarles el agua sucia que allí llega, parecen ser felices en medio de la miseria y el olvido.

Cifras del Chocó

Según el informe ‘Pobreza monetaria y dimensional’ de 2013 del Dane, el Chocó tiene los mayores índices de pobreza del país, con un 49,9 por ciento, mientras que el promedio nacional fue de 30,6. La pobreza extrema llega a un 17,5, ocho puntos por encima de la media del país.

“La miseria llega a niveles inhumanos; el Estado debe intervenir cuanto antes, la población no aguanta más”, dice el arzobispo de Quibdó, monseñor Juan Carlos Barreto.

Por: Yeison Gualdrón