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Viaje a Marte: tres voluntarios para una expedición sin retorno

El Tiempo  |  12 de febrero de 2015 (00:40 h.)
Expedición Marte

El programa 'Mars One' pretende llevar por primera vez al hombre al planeta rojo en 2024.

Ryan, Dina y Jeremias no son tres desquiciados en un mar de cuerdos. Insólitamente son apenas tres de los 660 que concursan para ser los primeros humanos en llegar a Marte, una carrera por la que participaban más 200.000 personas y en la que quedarán solo cuatro.

Y si muero en Marte…

Ryan, candidato de Inglaterra

Su sueño: quedar en la memoria de todas las generaciones. ¿Morir? Sí. No hay temor. Sabe que son altas las probabilidades de quedar incinerado durante el aterrizaje pero no le genera mayor inquietud al pensar que su muerte sería “casi instantánea”. La importancia de su cometido: dejar un legado. Ser inspiración. Tratar de averiguar si en realidad hay vida en Marte, dice.

Ryan, un joven estudiante de Física que fue abandonado por su padre desde pequeño tiene la convicción de querer conquistar ese cercano planeta, en donde aún no se conoce vida, sin ningún remordimiento por los que se quedan porque, en cierta medida, muchos lo han abandonado a través de su existencia.

Nunca ha besado a alguien y no le interesa tener sexo. Dice que se masturba, en cambio, pero solo por razones científicas, para evitar un cáncer de próstata, argumenta. Ese es el perfil de este inglés que se sabe de memoria el número PI, que creció con sus abuelos y que ama a su hermana menor.

Dina, de Estados Unidos

¿Loca? No. Tal vez diferente, sí. Porque entonces también puede ser loca su hermana quien decidió casarse, tener hijos, crecer y morir. ¿Qué es estar loco para las personas? Se pregunta esta mujer de 29 años que nació en Irak y huyó de los malos tratos hacia su género.

“Tenía que esconder mi pelo, todas las partes de mi cuerpo…no era feliz”, recuerda.

Y en medio de una vida relativamente cómoda, ahora, en Occidente, Dina quiere huir de nuevo sin mirar hacia atrás, tal como hizo cuando emprendió su viaje hacia América.

¿Amor? No cree en él. Nunca lo ha sentido. No ha experimentado esa necesidad emocional, como la llama, y no cree que nadie pueda llegar a producir ese efecto en ella. “Yo no siento necesitar una familia para poder sobrevivir o existir”, bota de forma tajante, soberbia. La muerte aquí o allá es igual. Las razones para morir son las que realmente cuentan para Dina.

Jeremias, Mozambique

Sus compañeros se burlan, lo tildan de desequilibrado. Su familia, en cambio, está orgullosa. Dice que su misión será vital para la humanidad. “No es un suicidio, es una misión de Dios, es una misión humanitaria”, concluye con convicción quien parece ser su padre, y deja entrever una sonrisa porque tal vez se reencontrarán “en el cielo, en el paraíso”… Se ve que se quieren, pero el llamado de Jeremias es más fuerte.

El mundo, la Tierra, este su planeta, ya no es un buen lugar para vivir. “Tenemos muchas enfermedades, muchos conflictos armados, desastres naturales, inequidades…que no son posibles de resolver. Una manera de resolverlos es empezar desde el inicio”, dice esperanzado.

Jeremias, un joven doctor africano llegó a la conclusión de querer convertirse en astronauta, de querer vivir en Marte y dejar en la Tierra a una familia de la que el documental solo deja adivinar que es numerosa, no muy acomodada, pero feliz.

Reconoce que de aquí a 10 años se podría rendir ante el amor, y teme porque entiende que es un sentimiento difícil de controlar.

No hay miedo a la muerte. “Todos moriremos”, sonríe.