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Así se vive en los yates de lujo y para esto sirven, contado por la tripulación

El Confidencial  |  23 de julio de 2015 (18:50 h.)
Yate

Un superrico sin yate es como un árbol de Navidad sin bolas y la longitud de su eslora es proporcional a la lista de ceros en su cuenta corriente.

Si eres rico de verdad tu barquito tiene que superar los 30 metros de largo,tamaño a partir del cuál recibe el título de superyate. Se calcula que hoy por hoy sólo hay unas 5.000 embarcaciones de este tipo. Y, claro está, no son baratas. Su precio no baja de los 10 millones que cuestan los modelos más baratos y, además, requieren de una abultada tripulación –en torno a 70 personas– que garantice una travesía agradable.

Dado su exclusividad, pocos lugares esconden más secretos que los yates de lujo y, pese a que la discrección es obligatoria para trabajar en una de estas embarcaciones, siempre hay alguien que se va de la lengua.

Un cocinero de uno estos superyates han contado a The Sunday Times como se divierten sus empleadores y, sorpresa, el relato incluye prostitución y drogas. Según el anónimo chef, todas las noches, un grupo de la tripulación iba en Mercedes a buscar a las prostitutas de lujo: tres por cada pasajero. Y estas no eran las únicos invitadas al yate. Los camellos también tenían su plaza reservada.

Los yates de alquiler son los más depravados

Sólo el hecho de tener uno de estos grandes barcos sale por un dineral. Elcoste de mantenimiento de un superyate suele rondar anualmente el 10% de su precio total de construcción. Y es por ello que muchos ricos optan por alquilar sus barcos, con tripulación incluida, a otros ricos no tan ricos. Y son estos los que aprovechan la embarcación más a tope.

Alquilar una semana uno de estos yates, con helipuerto, piscina e incluso cine, puede llegar a costar más de 800.000 euros. Y quien paga estas cantidades tiene claro lo que va a hacer en el barco. “Todo es 'vamos a pillar drogas, contratar a putas y abusar de la tripulación”, asegura el anónimo chef.

Ahora bien, a los trabajadores les sale a cuenta aguantar a los ricos. El propio cocinero reconoce que el verano recibió más de 20.000 libras en propinas. Y, si tienen que recoger juguetes sexuales o ir a buscar camellos al puerto lo hacen y punto. “Es el trabajo”, asegura.

También los propietarios y arrendatarios de los yates sacan partido de estos. Las fiestas son una parte importante de la vida en las embarcaciones, pero en su cubierta se cierran también importantes negocios. “Estuvimos en la bienal de Venecia haciendo negocios”, explica a The Sunday Times Ben Marshall, capitán del Red Dragon, un yate de 40 millones de dólares. “En cuatro días dimos comida y bebida a más de 700 personas. Como plataforma un yate es la mayor tarjeta de negocios del mundo”.